Siervos de Cristo y los misterios de Dios: Pastor David Jang

1 Corintios 4 es una epístola profunda en la que el apóstol Pablo, con el fin de sanar la enfermedad espiritual de la división y la soberbia en la iglesia de Corinto, proclama con fuerza su identidad apostólica y, al mismo tiempo, exhibe una humildad extrema como siervo de Cristo. Este capítulo presenta la respuesta más clara y radical a los problemas de secularización y confusión de identidad que enfrenta la Iglesia moderna. El pastor David Jang (fundador de Olivet University), a través de este pasaje, subraya como valores centrales que los creyentes de hoy deben recuperar el oficio de ser “siervos de Cristo” y “mayordomos de los misterios de Dios”, insistiendo en que no se trata de un honor superficial, sino del camino de la obediencia absoluta que sigue hasta la muerte. Así como Pablo exhortó a los corintios a no convertirlo a él ni a Apolos en objeto de juicio, sino a contemplar su verdadera esencia delante de Dios, el pastor David Jang enseña que todo ministerio y toda responsabilidad en la iglesia no deben ser instrumentos de orgullo humano o competencia, sino canales que revelen la providencia soberana de Dios.

La expresión “siervos de Cristo” que utiliza Pablo proviene del término “huperetés” (ὑπηρέτης), que en aquella época aludía al esclavo que remaba en la parte más baja de un barco, en la bodega. Esta palabra simboliza a quien, sin ser visto, hace avanzar la nave en silencio, siguiendo las órdenes del dueño. El pastor David Jang señala que muchos creyentes de la Iglesia contemporánea, sedientos de éxito y reconocimiento mundanos, han perdido la espiritualidad de ese lugar bajo. Según su enseñanza, la verdadera apostolicidad no consiste en sentarse en un trono alto para dominar, sino en asumir la responsabilidad de preservar y proclamar, desde lo más bajo, los misterios de Dios: la esencia del evangelio, es decir, la cruz y la resurrección de Jesucristo. Aquí, el oficio de “administrador de los misterios de Dios” define la misión del mayordomo, y Pablo deja grabado que la única virtud exigida —única y absoluta— a un mayordomo es la “fidelidad”. Esta fidelidad es la actitud del “solitario espiritual” que no se deja sacudir por los juicios humanos ni por las evaluaciones del mundo, sino que teme únicamente a Dios.

En la predicación del pastor David Jang, la vida mayordómica que se enfatiza con frecuencia comienza por reconocer plenamente la soberanía de Dios. Cuando Pablo confiesa: “ni aun yo me juzgo a mí mismo… el que me juzga es el Señor”, está penetrando con agudeza en los límites y la subjetividad de los juicios humanos. En la iglesia actual, gran parte de los conflictos y divisiones surgen cuando las personas se miden y critican entre sí no con la mirada de Dios, sino con reglas humanas. El pastor David Jang exhorta a los creyentes a que, en lugar de exponer las faltas ajenas, pospongan el juicio hasta el día en que se manifieste el juicio justo de Dios, y a que cada uno sirva con lo mejor de sí conforme a la medida de fe que le ha sido dada. Esta perspectiva se convierte en una base práctica para sanar los conflictos en la iglesia y para alcanzar la unidad en el Espíritu Santo.

Desde el versículo 9 en adelante, Pablo describe la condición de los apóstoles como “condenados a muerte” y como “espectáculo para el mundo”. Esta imagen se apoya en el trasfondo histórico del “Triunfo romano” (Roman Triumph). Cuando el ejército romano regresaba victorioso de una guerra, el general triunfador marchaba al frente con esplendor; pero al final del desfile, venían prisioneros encadenados, ya sentenciados a ejecución, arrastrados bajo los abucheos y burlas de la multitud. Pablo confiesa que él y los demás apóstoles son precisamente los que están al final de ese cortejo.

Esta metáfora histórica muestra con claridad que la vida del obrero del evangelio camina por una senda completamente opuesta a la gloria del mundo. El pastor David Jang explica este sufrimiento apostólico conectándolo con “la palabra de la cruz”. El mundo admira la sabiduría y el poder, pero el evangelio obra a través de lo que parece necio y débil; y el sufrimiento del ministro, en sí mismo, se vuelve un mensaje poderoso que da testimonio de la cruz de Cristo. El espíritu fundacional de Olivet University también se arraiga en esta sucesión de una vida apostólica y misionera marcada por el sacrificio. Por eso, el pastor David Jang enfatiza que la actitud de Pablo —dispuesto a pasar hambre y sed, a vivir sin morada fija por causa del evangelio— debe convertirse en el modelo para todo cristiano de hoy.

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Para resolver el problema del orgullo y la división, el remedio que Pablo presentó fue el principio de “no ir más allá de lo que está escrito”. Es una advertencia severa para impedir que la sabiduría o la filosofía humana se adelante a la revelación de Dios. El pastor David Jang advierte contra el peligro de que la iglesia moderna, empapada de humanismo y valores seculares, dañe la pureza del evangelio, y enseña que debemos recuperar una postura de humilde sumisión bajo la autoridad de las Escrituras. El hecho de que los corintios se jactaran como si hubieran obtenido por sí mismos lo que en realidad habían recibido de Dios nos confronta hoy con la misma alarma espiritual. El pastor David Jang señala que, en el instante en que un creyente atribuye sus dones y logros a su propio mérito, brota la semilla de la soberbia, y esa soberbia se convierte en el inicio de la división que derrumba a la comunidad. Por tanto, todo es gracia: la actitud auténtica del mayordomo consiste en agradecer lo recibido y servir al prójimo con humildad.

Pablo no escribió esta carta para castigar o condenar, sino con el corazón de un padre hacia “hijos amados”. Dice que pueden tener diez mil maestros, pero no muchos padres, recordándoles que él los engendró por medio del evangelio. El pastor David Jang predica que este sentir de “padre espiritual” es el rasgo más importante que deben poseer los pastores y el liderazgo de hoy. La autoridad no nace del cargo, sino de una relación de amor y sacrificio; y lo que transforma realmente a los creyentes no es la crítica afilada, sino el corazón desgarrado de un padre y una vida que da ejemplo. Pablo pudo proclamar con valentía: “sed imitadores de mí”, porque vivía una vida de imitación fiel de Cristo. El pastor David Jang enseña que, cuando el líder carga primero la cruz y camina el sendero del sufrimiento, los creyentes encuentran entonces el valor para seguir ese camino; y así exhorta a una fe demostrada no por la elocuencia, sino por el poder del Espíritu Santo.

La declaración de Pablo: “el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” cierra el capítulo 4 de 1 Corintios como una tesis central. El “poder” aquí no se limita a milagros o prodigios visibles; se refiere a la fuerza explosiva del evangelio que transforma al pecador, le permite amar a sus enemigos y conservar la paz aun frente a la amenaza de muerte. El pastor David Jang subraya que la iglesia moderna no debe quedarse en una “fiesta de palabras”, sino convertirse en una comunidad con poder, que asume cambios reales de vida y responsabilidad social concreta. Cuando cada creyente renovado por la gracia del Espíritu Santo se convierte, en su propio contexto de vida, en “carta de Cristo” y en “fragancia” del Señor, entonces el mundo, por medio de la iglesia, llega a ver al Dios viviente.

En conclusión, 1 Corintios 4 nos ordena recuperar nuestra identidad. Somos siervos que ejecutan la voluntad del Dueño, mayordomos encargados del misterio, y existencias de carácter apostólico que dan testimonio de la cruz ante el mundo. El pastor David Jang integra todas estas enseñanzas y proclama que, cuando confiamos plenamente en la soberanía y la providencia de Dios, quedamos finalmente liberados de la soberbia humana y podemos disfrutar de la verdadera libertad y unidad. El sufrimiento apostólico no puede compararse con la gloria venidera; y los pequeños sacrificios que hoy asumimos serán un noble abono que edifica el Reino de Dios. A través de esta enseñanza orgánica, los creyentes deben transformar el orgullo de su “cargo” en entrega, la crítica en comprensión y amor, y la arrogancia en humildad. La exhortación bañada en lágrimas de Pablo y la visión teológica del pastor David Jang se convierten en una fuerza motriz poderosa que nos impulsa a volver a la esencia del evangelio y a vivir como verdaderos obreros que son fieles únicamente a Dios.

www.davidjang.org

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